1984: Mark Petteway partió en dos la brillante historia del básquet venezolano

Pocos son los profetas en tierra ajena y Mark Petteway triunfó en la Liga Especial de manera rotunda. Tres ex compañeros del Caracas le recuerdan en el día a día, en lo bueno y en la oscuridad.

Pocos, muy pocos, pueden decir que su nombre marcó un “antes y un después” en cualquier faceta de la vida en sociedad. No sólo porque es soberbia pura, sino porque quizás es hasta presuntuoso y limítrofe con la Estupidez, así con “E” mayúscula.

Pero resulta y acontece que los tres años en que Mark Petteway jugó en la Liga Especial de Venezuela, fueron de tal brillo, de tal impacto en el tabloncillo del Parque Naciones Unidas y por supuesto en los aterrados quintetos contrarios, que las doce letras de su nombre, se fundieron en el alma profunda de una generación de aficionados, al punto extremo de la veneración.

Tengamos en cuenta un detallazo: Mark Petteway fue elegido por los Bucks de Milwaukee, en la quinta ronda del Draft universitario de la “cosecha” 1983, de donde salieron nombres como Ralph Sampson, Karl Malone, Clyde Drexler, John Paxson, o Michael Britt (segunda ronda), ficha de Gaiteros del Zulia al año siguiente. La Liga Especial de Venezuela era un punto de referencia competitiva, con el músculo financiero para poder contratar a potenciales luminarias universales.

Año bisiesto, 1984 no sólo es el título del libro más citado (y menos leído) de George Orwell. Ese fue el primero del quinquenio del médico pediatra Jaime Lusinchi, quien a hombros del poderoso buró sindical de su partido Acción Democrática (en alianza con lo que quedaba de URD de Jóvito Villalba), regresaba a la tolda al Palacio de Miraflores: era un país donde la alternabilidad en el poder era cosa rutinaria.

Ah, un Dólar costaba 15,20 bolívares. Un Banana Split de Crema Paraiso, solo 6 Bs. Faltaba un lustro para que El Caracazo entrara en escena, algunos años para los desfalcos bancarios, aderezados con yuppies que ponían bombas, con el subsecuente ruido de sables, golpes de estado y demás yerbas. Las hambrunas eran cosa de países africanos como Etiopía, donde murió un millón de seres humanos. Ronald Reagan, presidente de los EEUU, dijo a micrófono abierto una broma sobre Rusia, que casi le cuesta al Mundo la III Guerra Mundial.

Llegó el Gringo

La película “Footloose” impuso un estilo de vestir entre los chamos de Caracas, “Thriller” con Michael Jackson puso a todo el planeta a comer cotufas mefistofélicamente, la orden de Van Halen era ¡brinca!, pero en los graderíos del recién estrenado Parque Naciones Unidas el estremecimiento sistólico y diastólico de la afición estaba amarrado con la salsa brava, con Ángel Canales y los Hermanos Lebrón.

Gustavo Maza, Martín Escobar y Pedro Conde estaban en la nómina del Caracas, que dirigía Juan Mujica y en la partida contra Anzoátegui. Ya había comenzado el juego y nada que llegaba “el gringo” que les faltaba. Los jugadores vieron a un muchacho flaco, con ojeras y andar cadencioso rumbo al camerino. Era Mark Petteway, cuyo nombre había sido inscrito antes de comenzar el cotejo. Se uniformó, anotó 30 puntos y tomó 12 rebotes “bajándose del avión”.

Petteway con los Estudiantes de Caracas

“Ese era un niño. Un chamo grande. El usaba zarcillos, porque venía de Francia. Luego me los regaló. Prácticamente yo lo adopté y me lo llevaba al Cuartel de Catia, donde era uno más. El me enseñó a clavar la bola de espalda y el 360º”. Gustavo Maza rememora cómo fueron los primeros tiempos del mítico jugador en su nueva casa.

Dice Maza que MP “se quedaba como loco”, por el cariño que le profesaba la fanaticada. “Era impresionante su juego, por las clavadas y su alta capacidad anotadora. En todas las canchas de Venezuela, incluso los maracuchos que son muy exigentes, todos querían ir a verlo. En Maracaibo recuerdo que se comió cinco cepillados él solo, y luego invitó a un grupo de carajitos que le estaba pidiendo su autógrafo”.

Juego entre Gaiteros del Zulia y Estudiantes de Caracas en 1984, donde juega Petteway.

Habla el Escopetero

Martín Escobar es un alma grande y su grandeza tiene un anclaje fortísimo en la humildad que le acompaña, dentro y fuera de la cancha. “Hablar de Petteway, es hablar de una revolución dentro de nuestro baloncesto. En todos los gimnasios donde nosotros íbamos a jugar, la gente iba a verlo por sus condiciones extraordinarias. Como persona, excelente amigo. Fíjate que había una regla no escrita que aplicaban los gringos: a la hora de la pelea, no nos vamos a meter, que se jodan. Petteway siempre se involucró en nuestra defensa, como un criollo más. A mí nadie me puede echar cuentos, porque yo vi a ese tipo pasarle por encima a dos carajos, hacer una finta y clavar la bola. Fue en fracciones de segundo, pero yo estaba muy cerca”, asegura Escobar gracias a la magia del Whatsap, que rompe cualquier distancia y fortalece las amistades.

Martín Escobar
Martín Escobar (a la izquierda) recuerda a Petteway como un excelente amigo /Crédito: @luisnenecarrera 

Como si fuese un Pedro Navaja negro, Pedro Conde recuerda el diente de oro de Petteway. “Ese muchacho era muy tímido, pero sí de algo estoy seguro es que tenía nivel NBA. Lamentablemente, tuvo problemas de conducta y eso lo perdió. El juego se le daba muy fácil y encajó perfectamente con nosotros. Era un grupo muy bueno, donde estaban Gustavo (Maza), Martín (Escobar), Douglas Barinas, el difunto Rubén Rada y Alí Machado. Algunas veces, Petteway se iba a San Agustín en cholas, a escuchar salsa y a jugar caimaneras. Creo que su carisma le valió el cariño de la gente, porque el venezolano es dado con las personas”.

La anécdota

Cada uno por separado, los integrantes de este trío coinciden al recordar una asombrosa anécdota que tuvo como protagonista a Mark Petteway, esta vez en el lobby del que fuera uno de los complejos turísticos más importantes de Venezuela: el Doral Beach de Puerto La Cruz.

En la Liga Especial, organización creada por el periodista y economista Leonardo Rodríguez (1941-2020), los equipos debían jugar series de tres partidos como visitantes. Luego de ganar un primer encuentro por paliza, los jugadores del Caracas iban a comer y estaban esperando a Petteway que aprovechó para llamar a su novia desde el lobby del hotel.

Otra imagen de Mark Petteway

De repente, el jugador comenzó a enfurecerse, a proferir groserías en inglés y a gritar. Cuento corto: al colgar el aparato, tal fue su furia que arremetió contra una de las puertas de vidrio de la entrada, lo cual le costó 30 puntos de sutura. Los jugadores dijeron que en la serie, Petteway metió 30 puntos en el único encuentro en el que intervino y le metieron 30 más en la clínica.

Mark Petteway: brillante en la cancha, perdido por vincularse al lado oscuro de la vida, es sin dudas un referente para los aficionados de la vieja guardia basquetera, los que ahora pueden contarle a sus nietos que alguna vez en los tabloncillos criollos, hubo un jugador tan talentoso que retaba a las defensas rivales y a la mismísima Fuerza de la Gravedad.

Autores

  • Periodista venezolano, migrante en Chile desde 2016. Tenor del glorioso Polifónico Rafael Suárez. Nadador desde siempre. #VivaVenezuelaLibre Síguelo en Twitter: @Rebotero

Fernando Peñalver

Periodista venezolano, migrante en Chile desde 2016. Tenor del glorioso Polifónico Rafael Suárez. Nadador desde siempre. #VivaVenezuelaLibre Síguelo en Twitter: @Rebotero

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