La madrugada del 8 de mayo de 1967, las apacibles costas de la playa de Machurucuto, en el estado Miranda, fueron agitadas por el desembarco del buque “Sierra Maestra”. La embarcación había iniciado su travesía, tres días antes, en Santiago de Cuba. Como nave nodriza desprendió dos lanchones al mar que albergaban un equipo de 12 invasores.
Pero el grupo no llegó desprovisto, estaba amparado por un bastimento de uniformes militares, armas (fusiles AK-47), explosivos y dinero en efectivo.
“La información sobre la incursión por Machurucuto, la manejaba secretamente el comandante del buque patrullero Mejillón P-01, un teniente de navío, hasta que la noche anterior nos informó a toda la tripulación. Yo era teniente de fragata y fungía como jefe de operaciones y segundo a bordo” relata el hoy vicealmirante retirado Rafael Huizi Clavier.
La tripulación del P-01 la completaban dos oficiales más, con el grado de alféreces de navío, y un grupo de suboficiales para un total de 27 hombres. Huizi Clavier, actual presidente del Frente Institucional Militar, recuerda que corrían los tiempos en que las entonces Fuerzas Armadas Nacionales, que a partir de la Constitución de 1999 pasaron a llamarse Fuerza Armada Nacional (FAN), eran adiestradas sobre la denominada Guerra de Guerrillas. Muy pronto las hipótesis de conflicto pasaron a comprobarse en el terreno.
“Fue la época más violenta de la guerrilla. Ya los cubanos habían desembarcado por el occidente de Venezuela, las áreas de patrullaje nuestra eran toda la costa de occidente, por allí proveían de armas a la guerrilla, luego en oriente comenzaron a activarse y se reforzó el patrullaje en esa zona. Pasábamos hasta tres meses continuos en el mar y cada cierto tiempo, íbamos a puerto a descansar y a proveernos de víveres y combustible”, señala el vicealmirante Rafael Huizi Clavier. Era la época en la que Venezuela estaba gobernada por el presidente Raúl Leoni (Acción Democrática).
Antes de la tentativa de 1967, Cuba había ejecutado un desembarco por las playas de Tucacas, en Falcón. Desde la isla caribeña, el entrenamiento para el desembarco de Machurucuto duró meses y fue blindado por el líder cubano Fidel Castro.
“Nos embarcamos a las seis de la mañana del día 3 de mayo de 1967, Fidel estuvo con nosotros toda esa noche, acompañado por el comandante Guillermo García Ponce, quien era el jefe del partido en Oriente, uno de los combatientes de la Sierra 336, y por su gente de seguridad. Toda esa noche Fidel la dedicó a leernos y comentar sus partes de guerra de la Sierra Maestra. Leyéndonos esos documentos y dándonos orientaciones sobre cómo deberíamos proceder hasta dar con la guerrilla que se suponía iba a estar en un caserío llamado La América, en las cercanías del cerro de El Bachiller, en el estado Miranda. El desembarco debía tener lugar en un sitio llamado El Cocal de los Muertos”, narró, en 2007, el comandante guerrillero venezolano Héctor Pérez Marcano.
En la misión, Pérez Marcano, quien militaba en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) iba con un grupo de combatientes cubanos, dentro de los que figuraba el comandante Raúl Menéndez Tomassevich, jefe máximo de la guerra de guerrillas contra los campesinos que se levantaron contra Fidel Castro en El Escambray (1959-1965), el capitán Ulises Rosales del Toro, el capitán Silvio García Planas y el médico de la misión, Harley Borges. Además de Pérez Marcano, el grupo de venezolanos lo integraban, entre otros, Moisés Moleiro, Eduardo Ortiz Bucaram, y Américo Silva.
Fidel Castro, según atestiguó Héctor Pérez Marcano, dio la bendición final a la operación con el generoso obsequio de relojes Rolex para cada uno de los expedicionarios.
“Cada uno de nosotros, incluido los tripulantes de ambas lanchas, traía 10 mil dólares y 10 mil bolívares en billetes, en efectivo. Éramos 24 hombres en total, de modo que traíamos doscientos cuarenta mil dólares y doscientos cuarenta mil bolívares. Al cambio de Bs. 4,30 por dólar, una media de dos mil quinientos dólares más por persona, esto es: 60 mil dólares”, reveló Héctor Pérez Marcano 40 años después.
El desembarco fue impulsado con el objetivo de reforzar un frente guerrillero que operaba en el Cerro “El Bachiller”, en una zona montañosa a unos 160 kilómetros al este de Caracas. ¿Qué ordenó Fidel Castro? En caso de alguna emergencia todo el mundo debía desembarcar e integrarse a la guerrilla.
El giro de timón
En pleno 2021, el vicealmirante retirado Rafael Huizi Clavier aún se pregunta qué originó el cambio de instrucciones impartidas, la víspera del desembarco, a la tripulación del buque patrullero Mejillón P-01.
“Como a las dos y media de la mañana, el buque se pone en posición de rol de combate alfa, eso quiere decir una máxima habilitación del armamento y posición de alerta total, el buque reduce su velocidad para disminuir el ruido de los motores al mínimo, para propulsar solamente y se apaga en condición de blackout. Se apagaron todas las luces de navegación”, evoca Huizi Clavier.
Indica que, en medio de la tensión y el sigilo, el comandante de la unidad de la Armada venezolana recibió una llamada en la que le comunicaron que hubo un cambio de coordenadas. Se dieron otras líneas de latitud y longitud que correspondían a un punto hacia el este. La orden fue navegar hasta las Islas Píritu, ente Carenero, Higuerote y Pozuelos.
“En ese momento, cambiamos el rumbo, nos vamos y no pasó nada. Nos quedamos esperando el desembarco y el desembarco se produce prácticamente por la popa nuestra”, asevera el marino.
No fue hasta la mañana siguiente cuando la tripulación del P-01 conoció por voz del comandante del Batallón de Cazadores Páez N° 1 sobre la concreción de la operación de la guerrilla: “Pero era una misión nuestra”, subraya el vicealmirante Huizi Clavier.
Esa unidad tuvo el combate definitivo. Mientras los sobrevivientes exploraban la selva para resguardarse, fueron sorprendidos por un patrullaje del Ejército venezolano. En medio del fuego cruzado murió el oficial cubano Antonio Briones Montoto, mientras otros dos cubanos fueron apresados, Manuel Gil Castellanos y Pedro Cabrera Torres, y otro se ahogó. Sin embargo, nunca se dio con el buque nodriza.
Uno de los momentos cumbres de la misión, de acuerdo con el coronel retirado Rubén Bustillos (en su libro “La Guerra sin cuartel”), fue cuando los cubanos buscaron volver a la nave nodriza y que aguardaba a 6 millas náuticas, la guaya que conectaba al par de lanchas se rompió y una de las embarcaciones zozobró. Vale decir que el combate del Ejército con los insurgentes no se limitó al día señalado para el desembarco.
“La verdad es que a nosotros nos estuvieron combatiendo sin cesar, desde el primer día que desembarcamos en Machurucuto. Fueron 14 meses muy tensos, de un contacto permanente con el contrincante”, aseveró tiempo después el general cubano Ulises Rosales del Toro.
En el testimonio público, Héctor Pérez Marcano ha dicho que fue de los capturados quien develó los detalles de la operación al Ejército venezolano, mientras que el vicealmirante Huizi Clavier recuerda que el guerrillero venezolano se mostró sorprendido, cuando muchas lunas después, se enteró en un programa audiovisual de que la Fuerza Armada estaba prevenida sobre la incursión.
“Los roles de combate en las Fuerzas Armadas estaban claros. Teníamos claro desde cadete que la guerrilla cubana estaba invadiendo el país. Cuando ocurrió el desembarco de Machurucuto, yo era teniente de fragata y ejecutaba tareas de patrullaje en la Zona Contigua, a bordo del P-02, y sabíamos que las autoridades nos apoyaban en todo para la defensa territorial. El pueblo quizás no sabía lo que estaba pasando, pero había muchos comunistas que estaban en las universidades”, concluye el vicealmirante retirado Jesús Briceño García, excomandante de la Armada.
Una gaita rememora el intento de invasión cubana
Sofía Nederr/@Snederr