El príncipe Felipe, sus hijos Carlos y Ana fueron huéspedes de los venezolanos. Quienes los conocieron hablan de su sencillez y educación. Por otro lado, estas visitas demuestran que Venezuela siempre estuvo en el mapamundi.
La familia real británica la conoce todo el mundo. Hubo un tiempo en que su imperio, al igual que el de Carlos V, nunca se ponía el sol porque había colonias en África, Asia y América. Hoy día, con un territorio mermado, son los miembros de esta casa real los que le dan popularidad y generan noticias.
La reina Isabel II, fallecida recientemente, sumó 70 años en el trono, tiempo en el que tanto ella como otros integrantes de la familia realizaron gran cantidad de viajes a diferentes países. Solo la monarca llegó a superar el centenar de recorridos.
Algunas publicaciones suman unos 120 viajes, en los que visitó países miembros de la Mancomunidad Británica y otras naciones amigas. Su majestad nunca estuvo en Venezuela, sin embargo, su esposo el príncipe Felipe, su hermana la princesa Margarita, así como sus hijos, Carlos y Ana sí pisaron esta tierra de gracia en tiempos cuando el bolívar estaba a la par de algunas monedas europeas.
El pater familiae
El primero en viajar a estas latitudes fue el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, miembro de la familia real por su matrimonio con Isabel II, pero además tataranieto de la reina Victoria, por lo que a diferencia de otros que han ingresado a la “Firma” como también se conoce a los Windsor, no era ajeno al grupo familiar.
En 1962, Felipe Mountbatten emprendió un largo viaje por Latinoamérica y en su periplo incluyó a Venezuela. El esposo de Isabel II aterrizó en Maiquetía el 9 de febrero. Como un gran aficionado de la aviación, lo hizo piloteando él mismo la aeronave. Este vuelo fue corto pues venía de Aruba.
El recibimiento rozó los honores de un jefe de Estado. En el aeropuerto le dio la bienvenida el ministro de Relaciones Exteriores de la época, Marcos Falcón Briceño. Así comenzó una gira que no le dejó mucho tiempo libre y le permitió conocer algunos programas de la recién nacida democracia. En aquellos tiempos se habían reiniciado las gestiones para recuperar la zona del Esequibo.
Previamente el príncipe sostuvo un encuentro con el presidente Rómulo Betancourt en el salón Sol del Perú en el Palacio de Miraflores. En horas de la noche, como se estilaba entonces, se ofreció una recepción en su honor en la Casa Amarilla, que se vistió de gala, contando con la presencia de representantes de los tres poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), además de miembros del Cuerpo Diplomático acreditado en el país y conocidos empresarios.
El porte de Felipe, rubio, alto y de ojos azules, llamó la atención de algunas damas que lo catalogaron de buenmozo. Cuando llegó la hora de la cena, el invitado de honor se sentó al lado del presidente Betancourt, quien estuvo acompañado de su esposa, Carmen Valverde de Betancourt.
El menú fue afrancesado, pues todavía en aquellos tiempos se imponía lo galo como sinónimo de elegancia y los condumios nacionales no habían conquistado las grandes mesas. El desfile de platos lo abrió el consomé de tortuga al jerez con paillettes de queso, preparación hoy execrada para salvar a esos quelonios de la extinción. Se brindó con Rudesheimer 1957 blanco, que acompañó la Supreme de salmón Chambord. Le siguió el Tournedo Choron con nid bouquetiere y la Mousse de foie gras truffeé, junto a un Chateauneuf du Pape 1955. Para cerrar, Veuve Clicquot Brut 1952 y torta Saint Honoré.
En este viaje compartió con los alumnos del Colegio Británico, quienes recibieron una comunicación con instrucciones sobre la puntualidad al acto, donde sus padres no los acompañarían. El instructivo subrayaba que no necesitaban usar guantes ni sombreros.
Posteriormente viajó hasta el Campo de Carabobo pues allí honraría no sólo a los soldados venezolanos mártires de la lucha libertaria, sino también a aquellos miembros de la Legión Británica que derramaron su sangre en la contienda, porque a ellos también los arropa ese sustantivo de soldado desconocido. El estado Zulia no podía quedarse fuera, ya que allí palpitaba el corazón de la economía nacional. Cabe señalar que durante esta visita sirvió de intérprete Daniel Gámez Calcaño.
El avión donde viajaba el príncipe era The Dark Herald, que luego abordó para continuar su itinerario, siendo la siguiente escala Bogotá, donde su anfitrión fue el presidente Alberto Lleras Camargo.
Según algunos interesados en la política exterior de la época, la visita dejó como corolario que el príncipe Felipe facilitó pasos para un acuerdo sobre el Esequibo.
El turno de Carlos
Carlos de Inglaterra, en ese entonces heredero del trono y hoy convertido en el rey Carlos III, también estuvo por estos lares. Su primer viaje data de 1973. Gobernaba entonces Rafael Caldera. En esa oportunidad el príncipe, al igual que su padre, no podía irse sin conocer la gallina de los huevos de oro venezolana, el estado Zulia. El gobernador era Hilarión Cardozo, quien atendió al heredero de la corona británica y al jefe de Estado, acompañado por su esposa Alicia Pietri de Caldera.
El gobernador de Carabobo, Lisandro Estopiñán Esparza, también fue su anfitrión. En esa ocasión el embajador de Gran Bretaña en Venezuela era Sir Alexander Lees Mayall, quien había ocupado los cargos de vice mariscal del cuerpo diplomático y fue cabeza del Departamento del Protocolo británico. Además, era todo un aristócrata egresado de Eton College, por lo que en materia protocolar conocía todas las fórmulas.
Se asegura que Carlos disfrutó de la cúspide del entretenimiento para la época, Le Club, ubicado en el sótano del Centro Comercial Chacaíto donde se reunía el jet set caraqueño. Además, conoció del abolengo y las atenciones de la familia Herrera Guevara, quien lo agasajó en la casona de la hacienda La Vega, una construcción del siglo XVI.
Estos viajes no siempre tuvieron un motivo oficial, algunos fueron visitas privadas. La reina Isabel todavía viajaba para cumplir sus labores de representatividad. El príncipe Carlos, como futuro heredero se estaba formando en el oficio y desde entonces puso gran acento en el ambiente y la educación.
La hoja de ruta marca otra visita en 1978, cuando estuvo en el estado Carabobo, siendo su anfitrión Lazzaro Cariello Celli, gobernador para entonces de esa entidad y le correspondió atenderlo en las instalaciones del Club Hípico, de gran brillo social en esa época.
El 22 de febrero de 1991, Carlos estuvo nuevamente en Caracas, Una estadía que se extendió por tres días en los que hizo una gira por Puerto Ayacucho y Barinas.
Una de las inquietudes que traía el visitante era conocer las selvas húmedas y por ello visitó la zona cercana a la capital del entonces Territorio Federal Amazonas donde tuvo como guía a quien se puede considerar el mejor conocedor de la región, el doctor Charles Brewer Carías, quien en 1971 había descubierto las cuevas del Cerro Autana y fue el primero hacer un viaje a las entrañas de esa zona, hasta llegar a las simas de Sarisariñama.
El príncipe Carlos quiso visitar la selva amazónica para tener una idea de su aprovechamiento sustentable y de su degradación. El embajador británico Giles Fitzherbert se puso en contacto con Brewer, quien a su vez llamó a los doctores Otto Huber y Ernesto Medina para que lo acompañaran durante la gira cerca de Puerto Ayacucho, donde visitaron un conuco indígena y tuvieron interesantes conversaciones sobre el rol del príncipe como abanderado del conservacionismo.
Brewer Carías recuerda que recorrieron los conucos indígenas donde Carlos de Inglaterra pudo ver y probar los frutos que allí se cultivaban, uno de ellas fue el pijiguao, que proviene de una palma amazónica que es cultivada por los nativos desde hace miles de años y cuyo poder nutricional es alto. Lo que llamaríamos hoy un superalimento. El ex ministro de la Juventud conversó con el príncipe sobre aquellos cultivos que no son factibles en la región. La excursión fue de un día y durante el recorrido, uno de los locales gritó: ¡Epa, Charles!, el príncipe volteó y Charles Brewer acotó: “No es con usted, es conmigo”.
Brewer Carías recuerda que el embajador del Reino Unido, Giles Fitzherbert, quien ejercía como jefe de la misión diplomática británica en Caracas, se enamoró de Guayana y para perpetuar ese sentimiento, a su hija nacida en Venezuela, le puso por nombre Roraima.
Carlos también tuvo la oportunidad de hacer un recorrido por Venalum, una empresa pujante para entonces, donde estuvo acompañado por Argenis Gamboa, presidente de la Corporación Venezolana de Guayana; y Enrique Castells, quien estaba al frente de Venalum.
En Barinas, la agenda se centró en el Colegio del Mundo Unido Simón Bolívar (FUNDACEA), creado según propuesta del propio heredero de la corona británica al presidente Pérez en 1978. En 2012 fue expropiado por órdenes de Hugo Chávez Frías.
En esta visita fungió como anfitrión el doctor Luis Marcano Coello, quien era el director del citado centro. Otro representante de Barinas era Miguel Ángel Salazar, para esa época presidente de CORPOVEN, empresa filial de PDVSA. En cuanto a la comitiva que acompañaba a Carlos de Inglaterra, la integraban el embajador Horacio Arteaga, encargado del Ministerio de Relaciones Exteriores; y el jefe de la misión diplomática del Reino de Gran Bretaña e Irlanda del Norte en Venezuela, Giles Fitzhertbert.
En aquella época estaban de moda los llamados trajes safaris y el hijo mayor de la reina lució varios de esos modelos cuando estuvo en el Amazonas, acercando su imagen a un Indiana Jones vestido de gala.
La memoria de algunos de quienes lo atendieron se ha agotado, sin embargo, destacan la educación del personaje, alejado de las excentricidades. En ese tiempo el matrimonio del príncipe de Gales y Diana hacía aguas, quizás esto haya sido una de las razones por la que Carlos haya venido solo, sin su esposa, a Caracas.
Lo cierto es que el futuro rey de Inglaterra quedó encantado con la vegetación y tuvo oportunidad de accionar su cámara tanto en los llanos, en Amazonas como en Caracas, llevándose en sus rollos de película la imagen de algunos especímenes propios de la flora y fauna tropical que ha reproducido en sus acuarelas.
En esta búsqueda de los viajes de los Windsor a nuestro país, me encuentro un cable de UPI fechado en abril de 1981 donde se reseña la visita del príncipe Carlos por varios días a Nueva Zelanda y Australia y que de allí se dirigía a Caracas para una visita privada antes de seguir rumbo a Estados Unidos, es decir tres meses ante de su matrimonio con Diana.
Ana en Caracas, por amor a los caballos
En 1989 llegó a Caracas la princesa Ana de Inglaterra, con el propósito de asistir al gran concurso de equitación infantil que llevó su nombre, y que se realizó en el Club Hípico de Caracas.
Durante su estadía la atendió un equipo de protocolo y la directiva de la Federación de Deportes Ecuestres de Venezuela, una organización que se vinculó con diversos miembros de la nobleza como fue el caso de Noel Vanososte, quien gracias a su rol como directivo de la Federación Ecuestre Internacional cultivó una amistad con la Infanta Pilar de Borbón, quien presidió ese organismo.
Ana es una gran amazona, y esa pasión por los caballos, heredada de su madre, también la supo transmitir a su hija que incluso llegó a representar a Inglaterra en las Olimpíadas donde ganó medalla de oro.
De acuerdo a los directivos, atenderla fue muy placentero por tratarse de una princesa que se mostró sin distanciamientos. Otra singularidad fue que, aunque las competencias no tuvieron una gran asistencia de personas, Ana una mujer disciplinada, parece que no le importó mucho y cumplió con el protocolo de premiar a lo nóveles ganadores.
Aura Marina Hernández, quien era una de las amazonas del equipo del Ejército, además de ser muy allegada a la Federación de Deportes Ecuestres de Venezuela, formó parte del grupo que atendió a la única hija de Isabel II de Inglaterra. Rememora que se comportó como una mujer amable y conversadora. También apunta que le regalaron una pequeña escultura de un caballo que adquirieron en la tienda del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas y que Ana recibió con beneplácito.
De Mustique a Caracas
La cercanía de la pequeña y paradisíaca Mustique a Venezuela no fue la causa del breve viaje de la princesa Margarita a nuestro país. Se trató de una gira privada para visitar amigos, donde pudo acercarse hasta la selva venezolana, que sin lugar a dudas llenaba de curiosidad a estos personajes influenciados, quizás, por los cuadernos de Humboldt. En el equipo que la atendió se encontraba Marie Blanche Bierlein, descendiente del príncipe Guillermo II de Hesse-Kassel, casada para ese entonces con Ladislav Vladimir Blatnik, siendo actualmente la esposa de Atilio Brillembourg.
Esta visita se realizó en noviembre de 1975 y fue monitoreada por la Embajada británica, cuyo jefe era Sir John Lang “Jock” Taylor, integrante de una saga de diplomáticos. La princesa contó además con un trío de anfitriones de postín: dos de sus grandes amigos Reinaldo Herrera Guevara y Carolina Pacanins de Herrera, junto a Mimí Guevara de Herrera Uslar, dueña y señora de la Hacienda La Vega. El trío la colmó de atenciones. En un texto del fallecido periodista de sociales, Igor Molina, reseña cómo Mimi Guevara de Herrera preparó a sus nietos para recibir a la princesa, quien, aunque conocedora del protocolo era alérgica a los excesos ceremoniales. Cuando llegó el momento, narra el cronista, los más jóvenes pronunciaron el “How do you do your Royal Highness?” con cierto temor.
La leyenda urbana también narra que Margarita vivió un romance con un playboy criollo. Esto nunca se ha confirmado, pero sabemos que la princesa amaba al amor. Lo que sí afirmaron es que disfrutó de la estadía, porque en aquellos tiempos Caracas era una zona libre de paparazzi.
En esa oportunidad, la primera dama de entonces, Blanca Rodríguez de Pérez, recibió a la única hermana de la reina Isabel II en la residencia presidencial La Casona, quien la agasajó con un almuerzo. No sabemos si hubo algún plato representativo de la gastronomía caraqueña, pero no faltaron los tequeños.
La señora Pérez reunió a un grupo de damas, nada multitudinario, pero sí muy representativo, por ser mujeres líderes, como diríamos hoy: Margot Bulton de Bottome por Intercambio, organización que fomentaba los intereses comunes y amistad entre las mujeres venezolanas y norteamericanas; María Teresa Castillo, presidente del Ateneo de Caracas; María Eugena Brunicardi de Álvarez, por la Cruz Roja Venezolana; Patricia Phelps de Cisneros, Molly de Taylor, esposa del embajador del Reino Unido. En el equipo de traducción que también acompañó a la princesa en algunas visitas estuvo Noemí Veloz de Pru, quien comentaba a sus hijos la sencillez de Margarita.
Con Margarita viajaba su dama de compañía Lady Anne, esposa del tercer barón Glenconner, quien 1958 se convirtió en propietario de la isla Mustique.
Con un toque de ironía. Pedro J. Díaz, cronista de Sociales del diario El Nacional, en su reseña, además de dar los nombres de las asistentes, informaba que la prensa caraqueña había sido invitada a este encuentro con anticipación, una vez en La Casona los fotógrafos recibieron instrucciones precisas: solo tendrían cinco minutos para realizar las gráficas, no podían acercarse a la princesa Margarita y mucho menos dirigirle la palabra. Y remata Pedro J: “algo así como mirar y no tocar”.
Cabe recordar que los últimos representantes de una casa real en visitar Venezuela fueron los reyes de Holanda, estadía que duró pocas horas y solo se limitó al palacio de Miraflores.